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Recorriendo la milenaria ciudad maya de Chichén Itzá

El recinto arqueológico de Chichén Itzá, una de las siete maravillas del mundo moderno, es lugar Patrimonio de la Humanidad desde 1988 y el segundo sitio más visitado de México tras Teotihuacán. La verdad es que el lugar estaba repleto de gente pero aún así pudimos disfrutar de esta milenaria ciudad maya e importante centro ceremonial cuyo nombre significa "En la orilla del pozo de los brujos de agua".


La civilización maya, en su momento de mayor esplendor dominaron el área del actual México, Belice, Guatemala y Honduras. Entre los años 250 y 900 d.C., el imperio dominó el sur de América Central, pero con el tiempo desapareció. Las hipótesis de las causas de su caída incluyen la sobrepoblación, las enfermedades, la agitación política y la sequía. Aunque el Imperio del Sur se disolvió, el imperio del Norte se mantuvo hasta el siglo XVI, cuando los españoles conquistaron América Central, incluyendo Chichén Itzá.


En su apogeo los mayas fueron una civilización avanzada, con sistemas sociales y educativos diversos. Los trabajadores llevaban a cabo proyectos de construcción y de cultivo en toda la región. Los mayas estudiaron astronomía, matemáticas y escritura, creando lo que pudo haber sido el primer lenguaje escrito de los indígenas americanos. La combinación de las matemáticas y la astronomía les ayudó a diseñar calendarios y los planetas fueron objeto de su estudio. Los monumentos de Chichén Itzá son una representación visual de la aplicación de las matemáticas en la construcción.


Los registros históricos varían en cuanto a la fecha exacta en la que los mayas se asentaron en Chichén Itzá y comenzaron su construcción, pero debió de ser entre los años 550 y 800 d.C. Esta zona sirvió como el principal centro ceremonial de la civilización. Por razones desconocidas, los mayas abandonaron la zona durante unos 100 años, pero se reasentaron hacia el año 900.


En el año 1.000 los toltecas invadieron la zona y un hombre que se hacía llamar Kukulkán ("Serpiente Emplumada") introdujo prácticas toltecas como los sacrificios humanos. Los toltecas y los mayas fusionaron sus prácticas y terminaron creando una comunidad cohesionada.


En el siglo XVI el conquistador español Francisco de Montejo recibió el permiso del emperador Carlos V para embarcarse en una expedición al Nuevo Mundo. En 1531 descubrió y demandó Chichén Itzá para España, dándole el nombre de la capital española de Yucatán. Unos meses más tarde una rebelión maya hizo que los españoles tuvieran que abandonar la zona. A pesar de un exitoso primer intento de liberar a Chichén Itzá de los españoles, la civilización maya, ya en declive, finalmente sucumbió. Hacia 1588, los españoles habían transformado Chichén Itzá en un rancho de ganado.


El foco de atracción del recinto es sin duda el templo de Kukulkán, a veces llamado El Castillo o Pirámide de Kukulcán. Se trata de una pirámide de nueve cuerpos que domina la explanada del centro ceremonial de Chichén Itzá.


El Templo de Kukulkán o El Castillo, nombre que le dieron los conquistadores españoles en el siglo XVI, buscando alguna similitud arquitectónica con las existentes en el continente europeo, fue construido en el siglo XII d.C. por los mayas. En este lugar se rindió culto al dios maya Kukulkán, la Serpiente Emplumada, razón por la cual se pueden apreciar motivos serpentinos en la decoración arquitectónica.



La orientación particular de esta pirámide no es casual, sino el resultado de una indagación meticulosa que produce un efecto extraordinario de luces y sombras: en los días de los equinoccios, una hora antes de la puesta del sol, las serpientes que están en la base de la escalinata cobran cuerpo y movimiento gracias a la sombra que proyectan en las esquinas biseladas de los nueve cuerpos.


En la misma explanada donde se encuentra la pirámide de Kukulkán se pueden observar varias plataformas que probablemente se utilizaban para actos ceremoniales. La mejor conservada es la llamada Plataforma de Venus, una plataforma cuadrangular con escalinatas en sus cuatro lados y rematadas con cabezas de serpientes talladas.


En la parte media de los tableros laterales se hallan representaciones de seres míticos, mezcla de jaguar, águila, serpiente y humano. En cada una de las esquinas están representados elementos glíficos asociados al planeta Venus.


Otra de las plataformas en la que merece la pena detenerse es el Muro de las Calaveras o Tzompantli, en Nahuatl, el lenguaje de los Aztecas. Esta plataforma tiene la peculiaridad de que está decorada con calaveras talladas y su parte superior fue perforada con agujeros, los que muy probablemente sostenían en estacas los cráneos de víctimas sacrificadas y guerreros vencidos.


Las paredes de la plataforma Tzompantli han sido labradas con bellos relieves de cuatro temas diferentes. El tema principal son los cráneos; otros relieves muestran escenas de sacrificios humanos, hay águilas comiendo corazones humanos y guerreros armados con flechas y escudos.


Junto a esta macabra plataforma hay expuesto un Chac mool, una escultura tolteca cuyo nombre significa "gran jaguar rojo" y que representaba una figura humana reclinada hacia atrás, con las piernas encogidas y la cabeza girada, en cuyo vientre descansa un recipiente circular o cuadrado. Su cometido no está muy claro pero se le han atribuido dos funciones diferentes: altar en el que se colocaba la ofrenda dedicada al dios, ya fueran alimentos, corazones u otros dones y piedra de sacrificios.


En la misma explanada se encuentra otro de los lugares más espectaculares del recinto: el Juego de Pelota o tlachtli, que con sus 168 metros de largo y 70 de ancho es el más grande de Mesoamérica.


Este lugar sagrado se compone de cuatro construcciones que dan forma al característico patio en forma de doble "T". Las estructuras oriente y poniente son las de mayor longitud y constituyen los paramentos o muros verticales, y al exterior tienen gradas por las que ascendían los espectadores del vistoso deporte ritual, mientras que en la parte interna, la que da a la cancha, lucen las conocidas banquetas con relieves de los jugadores y los anillos de piedra colocados a gran altura, los cuales van decorados con la imagen de dos serpientes emplumadas ondulantes, cuyos cuerpos se entrelazan y forman consigo mismas el símbolo del movimiento.


Las reglas del Juego de Pelota no eran sencillas y los integrantes del equipo tenían que tocar la pelota con sus caderas o con sus antebrazos buscando efectuar jugadas que fueran imposibles de responder por el equipo contrario y con el objetivo de pasar la pelota por el aro de piedra, lo cual no era nada sencillo, y por eso el primer equipo que anotase un punto se convertía en el vencedor. Por las dimensiones de los anillos de piedra y por la altura a la que están colocados, hoy sabemos que la variante del juego de pelota que se realizaba en la gran cancha de Chichén Itzá era aquella en que se golpeaba la pelota de caucho con el antebrazo.



Cuando concluía el partido había sacrificios humanos, no se sabe muy bien si el sacrificado era el capitán del equipo vencedor o perdedor, pero lo cierto es que este juego era algo más que un simple deporte, era un ritual religioso que simbolizaba que el dios Huitzilopochtli vencía a su hermana la luna para dar lugar al amanecer y de esta forma la luz vencía a la oscuridad.


En las paredes inferiores del recinto hay diversos relieves en los que se representan escenas mitológicas y relacionadas con el Juego de Pelota. En esta de la imagen puede observarse a la izquierda el capitán del equipo ganador, que lleva en la mano la cabeza cortada del capitán del equipo perdedor. A la derecha aparece el sacrificado en el momento de la muerte, de cuyo cuello salen siete serpientes retorcidas, símbolos de la sangre y de su poder fecundador.


Después de recorrer la cancha y de observar la magnífica acústica del lugar, nos dirigimos caminando por la que fuera una antigua calzada maya hasta el cenote sagrado, un impresionante pozo de agua natural de 60 metros de diámetro, según parece formado por uno de los impactos del meteorito que asoló la zona hace millones de años y que pudo acabar con los dinosaurios.


Las fuentes históricas mayas lo definen como un importante centro de culto y peregrinaje entre los siglos V y XVI d.C. En él se adoraba al dios Chaac, señor de las lluvias, y era lugar de rituales en los que se realizaban ofrendas de objetos valiosos de oro, cobre, obsidiana o sílex. También se han encontrado restos óseos humanos, principalmente de niños y hombres adultos, quizá posibles sacrificados del Juego de Pelota o prisioneros de alto rango, que se ofrecían a modo de ofrenda.


De vuelta a la explanada ceremonial, en uno de los costados nos encontramos con el Templo de las Grandes Mesas, una pequeña pirámide formada por una basamento de cuatro cuerpos, con una construcción superior en donde se hallan unos altares rectangulares sostenidos por pequeños atlantes, de los cuales proviene el nombre del edificio.


Tanto en las jambas como en las pilastras del templo hay representaciones de guerreros y en su parte superior existieron frisos decorados con figuras de jaguares y serpientes emplumadas.


Uno de esos frisos puede verse junto al templo. En él se aprecia una procesión de jaguares entre árboles y lanzas y se puede observar parte del color que debió tener en su día este hermoso relieve.


Continuando el recorrido del recinto se llega hasta un edificio con cientos de columnas y un tamaño espectacular. Se trata del Templo de los Guerreros.


Este edificio debe su nombre a las pilastras que posee con representaciones de guerreros. Está construido sobre un antiguo edificio conocido como el Templo de Chac mool, en cuyas paredes y pilastras interiores hay representaciones con un rico colorido que representan guerreros, sacerdotes y serpientes emplumadas.


La construcción superior sólo muestra la mitad de su altura real y en sus paredes interiores hubo murales con escenas de la vida cotidiana y de la guerra. Las mesas-altar y bancos que se han encontrado pudieron servir de asiento y trono para los dignatarios mayas que construyeron este templo en el año 1.200 d.C.


Conectada con el Templo de los Guerreros se encuentra la Columnata Norte, un edificio de doscientas columnas que en su día sostuvieron un techo y que están decoradas con bajorrelieves de guerreros.


Si se dispone de tiempo suficiente se puede aprovechar para salirse del área monumental de la explanada y visitar otros monumentos más escondidos de Chichén Itzá. Desde la Plaza de las Mil Columnas se accede a varios edificios de uso más cotidiano para la población maya como el Mercado.


Y fue precisamente visitando estos lugares tan apartados del bullicio de los turistas cuando nos encontramos con una iguana enorme que tomaba el sol tranquilamente sobre las ruinas.


¿Cómo llegar?


Chichén Itzá se localiza a 115 kilómetros de la ciudad de Mérida, Yucatán, tomando la carretera 180 hacia el poblado de Piste, del cual dista 2 kilómetros el sitio arqueológico. Se puede llegar también en transporte público.


Nosotros llegamos desde Cozumel en autobús. El viaje a Chichén Itzá duró aproximadamente dos horas en las que viajamos por una aburrida y larga carretera recta a través de la selva. Los dos lados de la carretera estaban conectados por unas extrañas pasarelas para que los monos, especialmente los monos araña que habitan esta selva, puedan pasar de un lado a otro.


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