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Cara a cara con el tiburón blanco

Meterme en la jaula para ver a uno de los mayores escualos del planeta es algo que siempre había querido hacer y cuando visité Sudáfrica no perdí la oportunidad de contratar esta increíble experiencia.



La zona desde donde salen los barcos para avistar a los tiburones blancos se llama Gansbaai y se encuentra a unos 160 kilómetros de Ciudad del Cabo, unas dos horas en coche siguiendo por el camino de la costa. Si tienes transporte propio puedes contratar la excursión directamente en cualquiera de las muchas agencias que hay en esta localidad y seguro que resulta algo más económico. En mi caso, estaba alojada en Ciudad del Cabo y sin coche, por lo que contraté el tour directamente en una oficina de turismo situada en el centro de la ciudad y llamada City Sightseeing Hop On Hop Off, sede central de los autobuses turísticos que recorren la ciudad. En la misma oficina cuando contratas el tour te informan de las condiciones del mar y el tiempo previsto, por lo que si tienes flexibilidad de días es preferible elegir un día con el mar calmado para tener mejor visibilidad bajo el agua.



La experiencia de la jaula me costó 120 euros, e incluía el transporte ida y vuelta desde Ciudad del Cabo hasta Gansbaai, desayuno y comida.


El día convenido vinieron a buscarme en una furgoneta a las 6.20 de la mañana a mi hostal para ir a Gaansbai a ver los tiburones. El camino discurre a veces por la preciosa e infinita costa y a veces por el interior, entre townships (barriadas) y viñedos.


Hicimos una parada a mitad de camino para tomar algo rápido y un café. Al llegar a Gansbaai la furgoneta nos dejó en la base desde donde salen los barcos y nos dieron un rico desayuno, aunque yo no comí nada por miedo a marearme luego en el barco.


Después del desayuno nos reunieron a todos, unos 25, nos dieron las instrucciones de seguridad en inglés y nos montamos en el barco, donde íbamos un poco apretados porque no era muy grande. Nos proporcionaron neoprenos y esperamos a que apareciera algún tiburón. Para intentar atraerlos les lanzan cebo de atún y aceite de pescado.



Aunque siempre hay una gran cantidad de Grandes Blancos a lo largo de la costa de Gansbaai, hay que tener en cuenta que son animales salvajes, migratorios y tan impredecibles como el clima. En general, la mejor época del año para ver a los grandes tiburones blancos en el área de Gansbaai es entre junio y septiembre, cuando la visibilidad en el agua es óptima y muchos tiburones migratorios vienen a pasar unos meses cerca de la Isla Dyer. Sin embargo, una regla general en la naturaleza es nunca dar nada por sentado, especialmente cuando se trata de animales salvajes e impredecibles. Cada día es diferente y se pueden ver avistamientos increíbles de tiburones durante todo el año, incluso durante la llamada temporada baja (de diciembre a febrero).



Mientras esperábamos impacientes a que apareciese el Gran Blanco se nos acercó al barco un pequeño tiburón y una graciosa foca.



Por fin apareció el tiburón blanco, un maravilloso ejemplar de unos 4 metros y me tocó meterme en el primer turno en la jaula, el agua estaba helada. Fue realmente impresionante ver al tiburón blanco cara a cara bajo el agua mientras se aproximaba hacia nosotros una y otra vez. Nos dejaron unos 10 minutos en la jaula viendo al tiburón y después ya se metió el siguiente grupo.


Desde la parte de arriba del barco se apreciaba mejor la dimensión del escualo, que según nos dijeron no era de los más grandes. El tiburón estuvo detrás del cebo que le iban lanzando hasta que nos fuimos, a veces salía y se le podía ver la enorme y potente mandíbula.



Hay que tener en cuenta que el tiburón blanco es una especie en peligro y se calcula que tan solo quedan 5.000 ejemplares o menos en el mundo. El gran tiburón blanco se ha agregado a la lista de animales en peligro porque su población ha disminuido debido al comercio no regulado y la caza excesiva. El tiburón blanco es el principal depredador del océano, y aunque no tienen amenazas en los mares, los humanos matan una gran cantidad de ellos cada año para obtener sus dientes y mandíbulas para el comercio, su carne para comer y sus aletas para remedios médicos.



Cuando todos pasamos por la jaula regresamos a la base, nos ofrecieron snacks y bebidas en el barco para reponernos del frío, y una vez en en centro de buceo nos dieron de comer. Al terminar volvimos en la furgoneta hasta Cape Town. El viaje duró unas dos horas, llegamos a la ciudad sobre las 3 de la tarde y nos fueron dejando a cada uno en su hotel. Fue una increíble (aunque no barata) experiencia que no te puedes perder si viajas a Sudáfrica.


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